La tortura de Satanás.

-Pero ¿no sufrís?- protesté sin temor, porque yo no tengo nada que temer.
Se incorporó, abandonó su cigarrillo en un cenicero y me dijo que sí, que sufría. Al rato se fué sin apuro, dueño de su tiempo.
Decidí preguntarle a la mujer.
Ella permaneció de espaldas, se desperezó, y me mostró una axila entalcada que parecía una telaraña, y cuando ya creía que se había quedado dormida, me respondió:
-Nada...Tener que ser Satanás.
Tomas de Mattos.
<< Home